Mi trabajo está basado en la lectura del libro de Colin Crouch
“Posdemocracia” y el visionado del documental “¿Qué
democracia?” de Patricio Escobar, cuyo enlace indiqué en la
primera entrega de este trabajo. Intentaré trazar paralelismos de
pensamiento entre los argumentos de Crouch y los temas que se
mencionan en el documental. Creo que este documental estrenado en el
mes de abril de 2.013 en los parques y centros culturales de Buenos
Aires, expone de forma clara las contradicciones de la democracia
representativa, el sistema que hemos recibido como herencia y que
para la gran mayoría de ciudadanos del mundo parece ser el mejor
sistema de gobierno.
“Es
el menos malo de los sistemas, no hay otro mejor” es la frase que
nos tranquiliza, pero no cuestionamos que al sistema le es imposible
sostener en la práctica los principios de su teoría, como por
ejemplo, “todos somos iguales ante la ley”. Un sistema
capitalista se basa en la desigualdad y las jerarquías, ¿cómo pues
puede convivir con el verdadero espíritu de la democracia que se
basa en la igualdad de todos los seres humanos?. (Patricio Escobar).
A continuación pasaré a exponer y comentar en orden cronológico
del documental los síntomas de una enfermedad llamada
“Posdemocracia”. Apoyaré por tanto las tesis del sociólogo
Colin Crouch y del periodista Patricio Escobar, con el fin de
discutir lo que nos ha sido impuesto, y ejercer la libertad de
cuestionar lo que durante tanto tiempo parecía incuestionable, pues
en este ejercicio de libre expresión se halla el verdadero espíritu
de la democracia, la de una democracia que nos ha sido negada y
cambiada por una falsa democracia que ha logrado una sociedad apática
y decepcionada.
Les
delegan una responsabilidad y se toman otras atribuciones. Con
las imágenes de la policía cargando contra la ciudadanía, en
Tinogasta, Catamarca (Argentina), comienza el documental. Unas
imágenes que valen más que miles de palabras, y que nos perforan el
alma con la voz desesperada de la mujer “Les delegan una
responsabilidad y se toman otras atribuciones”. Esta es la
impotencia que se siente ante un sistema que nos engaña cuando se
traspasan los límites del poder que ha sido designado. Este es un
punto de los discutidos por Crouch, la ciudadanía en ningún momento
otorgó con su voto el derecho a acciones semejantes. Es por tanto
este abuso de la fuerza una señal de alarma y una luz roja que nos
avisa de que la democracia actual no es en realidad democracia, sino
que a mi juicio se trata de una dictadura disfrazada. ¿Están los
cuerpos policiales al servicio de la sociedad o contra ella?. ¿Dónde
están los límites al uso del poder?. ¿No debería este tema ser
valorado, aceptado o rechazado por los mismos ciudadanos que votaron
a un partido en particular, partido que gobierna y que permita
acciones que los que les dieron el poder rechazan?.
Todo
está organizado para que la participación real de los ciudadanos
sea imposible. Con esta frase
Escobar nos explica su decepción con un sistema democrático que no
es lo que parecía en un principio, y se pregunta: “¿si sabemos
que los políticos son corruptos y que verdaderamente no participamos
en las decisiones importantes, por qué seguimos votando?”. Una
buena pregunta, ¿quién la puede responder?. Es como si la
democracia existente nos tuviera anestesiados dándonos un poco de
pan para mantenernos callados, y así no luchar por algo que poner
dentro del pan. Ellos, los gobernantes, tienen que poner dentro del
pan, ¿por qué los ciudadanos no pueden permitirse ese mismo
privilegio, si la igualdad de derechos es esencial en la auténtica
democracia?. ¿Te has tomado tú la pastilla anestesiante?. La
libertad es cambiada por un poco de pan, por un mínimo de seguridad,
por tener al menos algo que llevar a la boca. Es el miedo a perder lo
poco que tenemos que nos impide luchar por la verdadera democracia.
Hay que estar dispuestos primero a perder, para poder ganar después
el verdadero espíritu democrático, y eso aunque a muchos les cuesta
la vida. ¿Pero quién está dispuesto a perder la vida?. ¿Hay gente
en la nueva generación dispuesto a ello?. ¿Quién está dispuesto a
luchar hasta la muerte por los auténticos ideales de la democracia?.
Falta
de representatividad ciudadana.
Escobar nos demuestra con cifras reales como la participación
electoral ha descendido desde las primeras votaciones en Argentina en
el año 1.983 por causa del desencanto de aquellos que no se sienten
representados. Debido a esta escasa participación electoral los
partidos políticos pueden ganar las elecciones y gobernar el país
con tan solo una minoría, cuando el porcentaje que les dio la
victoria se compara con el número total de habitantes y no con los
que fueron a votar. Así, una gran mayoría no se siente
representada. ¿Alguien se pregunta o preocupa de los motivos de la
baja participación electoral?. ¿No se trata este hecho de un
síntoma de enfermedad para el que habría de aplicarse alguna
medicina?. La respuesta es obvia, ¿para qué votar si mi voto no
servirá para nada?. Si toda la ciudadanía se sintiera debidamente
representada y sintiera que su voto tiene una utilidad, ¿no
aumentaría drásticamente la participación electoral?. Si eso
ocurriera sería una señal de recuperación de la salud democrática.
La ilusión en la democracia ha muerto, y eso queda refrendado por la
escasa participación de la población en las elecciones.
La
política es un deporte de millonarios. Con
dinero se construye al candidato, hay que instalarlo para que lo
conozcan, que cuesta de 5 a 10 millones de dólares. Puro marketing
político, se vende al candidato como si fuera un producto con
técnicas y estrategias publicitarias. Campañas electorales basadas
en emociones, que apelan a los sentimientos y a la psicología del
ser humano. Si se necesita tal cantidad de dinero para dar a conocer
a un candidato, ¿qué ocurre con aquellos que quieren presentarse al
pueblo como candidatos y no poseen tal cantidad de dinero?, pues que
estarían claramente en desventaja, una desigualdad que debería
contar con alguna fórmula para su corrección. Así pues el
ejercicio de la política se ha convertido en un ejercicio tan solo
para aquellos que pueden disponer del capital necesario, dejando
fuera candidatos que podrían ser perfectamente válidos para
gobernar. Este sistema de financiación de los partidos políticos
rompe nuevamente con el concepto de que todos los ciudadanos tienen
los mismos derechos, ya que en política, si no tienes apoyo
económico no eres nadie. Para conseguir el dinero necesario luego
tienen que realizarse favores, con lo que se favorece un caldo de
cultivo para la corrupción. Dinero a cambio de futuros favores, con
lo que después nos encontramos con que las acciones políticas no se
ajustan a lo que prometieron, porque los gobernantes tienen que
devolver de alguna forma los apoyos conseguidos, dando la espalda así
a las necesidades de aquellos que les votaron. Es posible la creación
de un sistema de pago de las campañas políticas que favorezca la
igualdad de acceso a todos los participantes, sin tener en cuenta su
capacidad de contar con el dinero necesario.
Los
políticos son sordos a las necesidades de los ciudadanos. Ellos
te ofrecen todo hasta que ganaron las elecciones, después los que
votaron se vuelven pasivos, sin poder ejercer ninguna influencia en
las decisiones que directamente les afectan. Una estafa en realidad,
cuando la democracia se convierte tan solo en unas promesas que luego
no se cumplen, y la resignación de una población que no conoce a
día de hoy un sistema mejor. Pero existe una rebeldía silenciosa,
que hasta la fecha aún no se ha manifestado. Esta rebeldía queda de
manifiesto observando el porcentaje de ciudadanos que no votan como
forma de mostrar su disconformidad con el sistema. ¿Para qué votar
si después aquellos a quienes han apoyado no quieren escuchar sus
necesidades?.
La
voluntad no se puede delegar. Podemos
delegar una responsabilidad, pero no vender la voluntad, entregando
un cheque en blanco a quien gobierna, para que este haga lo que se le
antoje. Este lamentable forma de funcionar hace necesario la creación
de un sistema democrático que permita a la sociedad involucrarse en
la toma de todas las decisiones importantes. Esto podría ser posible
mediante las nuevas tecnologías, permitiendo el voto de cada uno de
los temas expuestos mediante el voto a través de Internet. Esto
eliminaría de un plumazo la crisis de la democracia representativa.
Si bien es cierto que la toma de decisiones se vería encarecida,
este aumento de los costes podría compensarse con una fórmula
satisfactoria para todos. Que las decisiones se tomarían con más
lentitud es probable, pero merecería la pena si con ello se lograra
el voto activo.
Finaliza
el documental con las crudas palabras de una reportera: “La
democracia es el único instrumento del que disponemos y es un hecho
que nadie discute”. Pero esta afirmación no debe implicar que nos
debamos cruzar de brazos y aceptar las deficiencias del actual
sistema democrático. Según Colin Crouch otra clase de democracia es
posible, y yo estoy de acuerdo con sus argumentos, ya que son tan
lógicos que convencen por su propio peso, excepto a aquellos a
quienes no les interesa el tipo de democracia que Crouch defiende,
esto es, a todos aquellos que apoyan el sistema capitalista que
mantiene raptada a la auténtica democracia.
Dos
aspectos negativos que se esgrimen contra las teorías que postula
Crouch:
- El encarecimiento de los costes en la toma de decisiones.
Propongo absorber esos costes mediante el empleo de unas fórmulas
que cubran los gastos “extras”, fórmulas consensuadas que
satisfagan a la mayoría de los ciudadanos. El objetivo hace que
merezca la pena asumir el incremento del gasto económico: Conseguir
el voto activo y la máxima representación ciudadana.
- La lentitud en la toma de decisiones.
No estoy seguro que la participación ciudadana provocara un retraso
en la toma de las decisiones importantes. Y aunque así fuera, es
mejor decisiones lentas y acertadas, que satisfagan a la gran mayoría
de votantes, que decisiones rápidas que causen el descontento y la
impotencia de los ciudadanos.
* Para el desarrollo de mi trabajo tan solo he utilizado el libro de
Colin Crouch “Posdemocracia” y el documental “¿Qué
democracia?” de Patricio Escobar.
http://www.youtube.com/watch?v=kOMcMgV1no8
http://www.youtube.com/watch?v=kOMcMgV1no8
Juanjo
Conejo
Estudiante de 1º de periodismo
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