Hoy
en Barcelona, ciudad de artistas y de genios, balcón con vistas al mar, una
familia ha perdido su vivienda. Don Nadie, su esposa y sus hijos caminan sin
rumbo por las calles, por aceras cimentadas de contrastes, ricos y pobres, pero
todos vestidos de la misma manera, de fragilidad como el cristal. Piénsalo
bien, mañana podrías ser tú. Don Nadie y su familia no saben que hacer, no
saben a donde ir, no saben donde dormirán esta noche estrellada, de lamentos y
de suspiros, quizá bajo un puente construido por las manos de un político con
la cara pintada de payaso, hipócrita que gobierna y actúa en el falso nombre
del Estado del bienestar. Ha salido el sol para todos, incluso para los que
solo piensan en llenarse los bolsillos. Don Nadie sonríe al sentir sobre su
rostro los rayos del sol, sabe que la vida es bella, que mañana será otro día,
que no se resignará, que no perderá la esperanza aunque los valores más altos
de la sociedad hayan sido tantas veces pisoteados. Barcelona, asfalto mojado
por una lluvia de lágrimas, de aquellos que están tristes de que exista la gran
mentira inmobiliaria.
Hoy
en Barcelona, en la ciudad que una vez fue olímpica, entre sorbo y sorbo de
café, una familia perdió su vivienda, el hogar donde Don Nadie vio a sus hijos
caminar por primera vez, dando los primeros pasos que les llevaban hasta sus
piernas, agarrándose a ellas como columnas que les daban seguridad. La
fragilidad está en el aire, se respira en la populosa ciudad, está como león
rugiendo en las calles, gran urbe de luces cuando cae la noche, también de
lamentos, de gritos callados, de batallas perdidas y de causas sin nobles
caballeros que las defiendan. La fragilidad está de moda, cotiza alto en bolsa,
porque Don Nadie somos todos. Cierro los puños, siento la impotencia, un nudo
en la garganta, y una lágrima más veloz que la luz que se desliza por mi
mejilla sin previo aviso, demuestra que soy humano, que me duele el mal ajeno.
¿Que si me afectó la noticia?, sí, lo hizo.
Quiero
ser un periodista diferente si el cielo me lo permite, una pluma con corazón,
quiero contar el alma de la noticia. No tengo experiencia, pero la pasión la
llevo dentro, ante la noticia la emoción late bajo mi pecho. Quiero ser
periodista, la voz de los desdichados, una boca para quienes el dolor ha dejado
mudos. Quiero contar el otro lado de la noticia, porque no se trata solo de
información, detrás de cada noticia hay almas, hay endeble y quebradiza
humanidad, gente que respira y que siente, hay almas que lloran, un campo fecundo
de sentimientos y un mar de intensas emociones expuestas por los escritores.
Hay
muchas historias que tienen que ser contadas porque la conciencia nos obliga.
Tenemos mucho trabajo por delante por eso los tinteros nos están llamando,
empuñad y esgrimid las plumas, las espadas de la palabra, dejad que corran ríos
de tinta, que lleguen hasta el mar, que las noticias cuenten el lado oculto de
la historia, los secretos nunca contados, y que las palabras escritas sobre el
inerte papel que una vez estaba en blanco, tengan vida, contando la verdad sin
adulterar, desnuda y afilada como florete desenvainado. Me pregunto si lo
haréis. ¿Entregaréis vuestras vidas por esta causa?. Tengo la esperanza de que
así lo haréis, y que socorreréis a los que den gritos de auxilio. Humanos y
frágiles periodistas, compañeros de milicia, que larga y ardua tarea nos está
esperando. ¡Adelante!, aún estamos muy lejos de alcanzar nuestros ideales.
Juanjo Conejo
Estudiante de 2º curso de periodismo en la UAB
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