Esperanzas
que se construyen sobre la sangre de los inocentes, banderas que se
alzan sin miedo sobre los montes desde donde se divisan los valles de
la muerte. Filas de cadáveres de aquellos que creyeron en un sueño
llamado libertad. Viudas que lloran desconsoladas la ausencia de
quienes amaron desde su juventud. Huérfanos de padre, niños que
perdieron a quienes un día creyeron inmortales. Se oyen los cañones,
cuerpos que se desploman, que caen al suelo como semillas. Es el
monstruo de la guerra.
Fertilizarán
las semillas, crecerán hasta el cielo, edificarán un reino llamado
libertad. ¡Madera!, ¡traed más madera!, para las cruces de las
tumbas, millares de rosas para celebrar la victoria de quienes con
valentía han fallecido. No hay lápidas, solo montículos de arena
rociados de dolorosa lluvia. Un minuto de silencio, que solo se oigan
los llantos de quienes perdieron a sus hijos. Ábranse las puertas de
la eternidad, dejad pasar a los que contra la injusticia han peleado.
Es el destino preparado para los héroes.
Suenan
las cornetas, orden de batalla, millones se han armado con tinteros y
con plumas. Páginas escritas para el museo de la historia, hazañas
de los que laureados vivirán eternamente. Lágrimas convertidas en
una nueva era, la información digital ha acortado las distancias de
nuestro mundo. Hay voz para quienes en el pasado fueron silenciados,
sus palabras siguen estando en el frente. Las almas de los soldados
tienen las botas puestas, polvo y sudor en el rostro. Sus altos
ideales guerrean ahora por siempre.
Juanjo
Conejo
Estudiante de 2º de periodismo