A mediados del siglo XV Gutenberg revolucionó la
comunicación con su invento: la imprenta. Esta nueva máquina puso al alcance de
todos la posibilidad de comunicarse a gran escala. Pero enseguida se levantaron
los poderes políticos y religiosos, había que silenciar a la sociedad para
seguir manteniendo su hegemonía. Estamos en el siglo XXI y este patrón no ha
cambiado, aunque nos hallemos en un mundo falsamente llamado democrático. El
periodismo ha perdido su papel social como denunciante de las lacras que nos
envuelven, y en muchas ocasiones se ha vendido a la conveniencia económica,
convirtiéndose en un mero negocio, perdiendo de esta manera su fuerza moral.
Hay programas que pierden el tiempo dedicándolo a noticias
que se dedican a mantener la mera curiosidad de los ciudadanos en lugar de
profundizar en el por qué de las noticias que de verdad son importantes. En el
periodismo cuando se redacta una noticia se tienen en cuenta cinco elementos
importantes: qué, quién, dónde, cómo y por qué. Estos elementos muchas veces se
sustituyen por estos otros: inexactitud, superficialidad, inmoralidad,
parcialidad y morbosidad. No quiero creer que la sociedad prefiera esconder la
cabeza bajo tierra como los avestruces, para no ver todas las mentiras de este
gran circo que se ha montado alrededor de la política y la comunicación.
Pero existen valientes a quienes quiero homenajear, aquellos
periodistas que arriesgaron su vida por contar las cosas tal como son en la
realidad. La función del periodismo es contar la verdad sin adulterar a la
sociedad, la prensa está muy lejos de cumplir con este objetivo. Esta es la
razón por la que el periodismo ha perdido credibilidad y se encuentra entre los
tres oficios más desprestigiados que existen.
Después de la imprenta Internet ha supuesto una nueva
revolución en la comunicación, la tecnología permite acceder a una gran
cantidad de información y la interactividad con otros consumidores de noticias,
¿pero hemos avanzado en cuanto a una mayor calidad de la información? Si las
noticias que de verdad importan se silencian, suavizan o distorsionan, ¿de qué
no sirve la abundancia informativa?, pues todo es más y más de lo mismo: la
vanidad de lo superfluo e incompleto.
Juanjo
Conejo
Estudiante de 2º curso de periodismo